“Hoc hic Mysterium Fidei Firmiter Profitemur”
El Culto Eucarístico en la S. I. Catedral Basílica de Santa María de Lugo
La bimilenaria ciudad de Lugo ha sido distinguida tradicionalmente con el muy honroso título de “Ciudad del Sacramento”, debido al culto eucarístico que ha caracterizado su Catedral desde muy antiguo y que hoy se continúa en el secular privilegio de la exposición permanente del Santísimo Sacramento en su Altar Mayor. Esta tradición suele hacerse remontar en Lugo a “tiempos de Theodomyro Rey de los suevos”, cuando se habría tomado en un concilio lucense la decisión de situar un signo eucarístico en el centro de la iglesia más importante de Galicia –en aquel momento, nuestra Catedral– como expresión de la verdadera fe en Jesucristo.
Aunque carecemos de documentación sobre la vida eucarística en Lugo en los siglos siguientes, es de pensar que acogió dócilmente los progresos teológicos y las nuevas formas de devoción eucarística que se extendieron en la Iglesia universal. Esto puede constatarse, de hecho, durante la Edad Moderna, en la que esta Diócesis manifestó y vivió en formas renovadas este rasgo tan característico de la fe y de la piedad de los lucenses. En la actualidad, si es relevante el hecho mismo de la Exposición permanente, tan reconocido o más ha sido el ardiente amor que los fieles de Lugo muestran en su visita y adoración diaria a Jesús Sacramentado, lo que es sin duda una de las causas principales por la que nuestra ciudad ha recibido su sobrenombre. A todo ello se ha añadido el privilegio de una “indulgencia plenaria” que se puede lucrar en nuestra Catedral de modo “cotidiano y perpetuo”, otorgado en su día por Pio IX y renovado recientemente por el Papa Francisco, vinculado a este extraordinario y secular culto eucarístico.
Los restos conservados del antiguo retablo mayor[1], realizado en la primera mitad del XVI, hoy en los frentes de los testeros de la catedral, nos permiten entrever cómo era antes el lugar de exposición de la Sagrada Forma: un humilde óculo custodiado por las imágenes de San Pedro y San Pablo, hoy reubicado sobre la puerta de la Sacristía Mayor, bajo la escena de la Natividad del Señor. La entrada norte, presidida por un Pantocrátor medieval con un pinjante eucarístico a sus pies, presentaba además en ese siglo XVI un emblema que rezaba “Domus Panis”, todo ello acorde a un templo que muestra una clara identidad eucarística en todo su interior.
Durante la primera mitad del siglo XVII se produce en esta basílica un hecho clave en la evolución del culto eucarístico: la exposición del Santísimo Sacramento sale del conjunto del retablo de la Capilla Mayor a una custodia-expositor tipo templete. Corría el año 1636 y esta iniciativa fue tomada por el prelado don Diego Castejón y Fonseca, pudiendo actualmente contemplarse esa custodia, obsequio del obispo madrileño, en el Museo Diocesano Catedralicio de Lugo. La revisión de los documentos de esos días iniciales de la nueva forma de exposición de la Santa Hostia muestran cómo el prelado don Juan Vélez de Valdivieso, tras mostrar a Jesús Sacramentado a los fieles y volverlo a colocar en la custodia, pronunció una “oración del Sacramento” que seguimos rezando del mismo modo también hoy:
“Deus, qui nobis sub Sacramento mirabili Passionis tuæ memoriam reliquisti; tribue, quæsumus, ita nos Corporis et Sanguinis tui sacra mysteria venerari, ut redemptionis tuæ fructum in nobis iugiter sentiamus: Qui vivis et regnas in sæcula sæculorum.”
La voluntad de cuidar adecuadamente la presencia del misterio eucarístico en el Altar mayor se expresa en un hecho histórico destacado en la segunda mitad del siglo XVII: la instauración de la Ofrenda del Reino de Galicia al Santísimo Sacramento el 1 de marzo de 1669. Desde esa fecha, año tras año, la devoción de toda Galicia por la Eucaristía, presente en su propio escudo desde tiempo inmemorial, se muestra de forma manifiesta. El 350 aniversario de esta ceremonia, celebrado en 2019, mostró que esta veneración está todavía muy viva, como también lo llevan manifestando en especial los miembros de la Adoración Nocturna Española desde que en 1885 se fundó el Consejo Diocesano de Lugo.
El celo de las gentes de esta ciudad por aumentar el culto al Santísimo Sacramento continuó en el siglo XVIII con la reforma de la Capilla Mayor. Las impresionantes pinturas de la bóveda realizadas por José Terán sirvieron de cobijo al nuevo tabernáculo, ejecutado por José de Elejalde con los mejores mármoles de España, que albergó una nueva custodia-expositor, obsequio del Arzobispo de Zaragoza don Juan Sáenz de Buruaga, que en 1772 en una carta al Cabildo confirmaba que, tras haber ideado el hacer un tabernáculo nuevo, era necesaria una custodia de mayores dimensiones que sirviese de “Trono al Augusto Sacramento”.
El siglo XIX fue notable para la Catedral de Lugo en su voluntad de cuidado del culto eucarístico. El fervor de los adoradores se puso de manifiesto en la profusión de agrupaciones que surgieron durante la segunda mitad siglo, destacando entre ellas la fundación del Consejo Diocesano de Lugo de la Adoración Nocturna Española en 1885, impulsada por Luis de Trelles, que sigue activo en la actualidad, donde los diferentes Turnos de Vela mantienen viva la fe en Jesús Sacramentado que siempre resplandeció en esta ciudad. La segunda mitad del siglo XIX también fue testigo en Lugo del origen de las Camareras de Jesús Sacramentado, la Guardia de Honor del Sagrado Corazón de Jesús o el Alumbrado y Vela Continua del Santísimo Sacramento Reservado en los Santos Sagrarios.
Sin embargo, también durante este siglo se produjo un hecho insólito: la noche del 8 al 9 de diciembre de 1856 la parte superior de la custodia fue sustraída. Tal acto heló el corazón de la comunidad local de fieles, provocando además el cierre a divinis del culto en la Catedral de Lugo por primera vez en la historia conocida. La respuesta de la comunidad cristiana local estuvo a la altura de tal situación, participando de forma masiva en el acto de desagravio organizado para el 21 de diciembre por el prelado don Santiago Rodríguez Gil y el Cabildo de la catedral, al que asistieron todas las autoridades locales, miembros de cofradías y fieles de toda Galicia, los cuales dieron tal cantidad de donativos que sobró para construir de nuevo la parte superior de la custodia, que se encargó a los talleres “Ramírez de Arellano” de Madrid.
El siglo culminó con la elevación de esta Iglesia Catedral al rango de Basílica el año 1896, en el que se celebrará además en Lugo el II Congreso Eucarístico Español, habiéndose realizado el primero en la ciudad de Valencia. La larga vinculación de la comunidad de fieles lucenses con el culto y la adoración eucarística tuvo su reconocimiento con esta designación. Traemos a la memoria aquí las palabras del entonces obispo de Lugo, don Benito Murúa, que son la voz de un sentir general:
“Los Reverendísimos Obispos de España presentes al primer Congreso Eucarístico de Valencia determinaron que el segundo se celebrase en esta ciudad de Lugo…[..]…La causa de tan unánime parecer en la elección de esta ciudad antiquísima, sin duda no fue otra que el singular privilegio de que goza esta S. I. C. en tener manifiesto día y noche y desde tiempo inmemorial a Jesús Sacramentado. De aquí que Lugo no tanto se gloríe de que se la llame La Ciudad del Santísimo Sacramento, de que todos los años sea presentada por un delegado de toda Galicia solemne ofrenda a la Hostia Santa aquí expuesta, y de que el escudo de este Municipio ostente los emblemas de la Sagrada Eucaristía, cuanto en el amor ardentísimo de los corazones con que sus hijos visitan y adoran a Dios rodeando incesantemente su trono.”
El texto enviado por el Papa León XIII exponía de forma elocuente esta percepción global de la ciudad de Lugo: “Tan constante y común es la devoción del pueblo Lucense al Sacramento de la Eucaristía que no sin razón su ciudad es llamada con el nombre del Sacramento Augusto, y hasta decoran su escudo los emblemas Eucarísticos”.
El siglo XX es conocido como “El siglo de la Eucaristía” y en Lugo esto quedó patente durante su primer tercio, cuando miles de gallegos acudieron a la llamada del sacerdote Alfredo Lorenzo López, secretario del Centro Eucarístico Lucense. Fue 1923 el año inicial de esas enormes peregrinaciones de adoradores que desde todos los puntos de Galicia llegaban a Lugo el día de la Ofrenda, siempre celebrada el domingo posterior a la festividad de Corpus Christi. Esta nueva iniciativa tuvo su repercusión en el propio aspecto de la ciudad, que con sus balcones y calles engalanadas recordaba a lo ya mostrado durante el II Congreso Eucarístico Español, siendo testigo de esto las elocuentes palabras de los periódicos de aquellos tiempos: “Hermoso, por más de un concepto, fue el golpe de vista que presentaba la ciudad con la profusión de colgaduras y banderas nacionales en todas las casas particulares y edificios públicos, ofreciendo religioso aspecto el repique de campanas y los acordes melodiosos de las nutridas banda municipal y militar”. Surgen también entonces los grupos de las Marías de los Sagrarios Abandonados, la Adoración Real Perpetua y Universal al Santísimo Sacramento o, ya en la segunda mitad del siglo, la Cofradía Sacramental de la Santa Cena.
El 1 de julio de 2021 se conmemoraron los 130 años del fallecimiento de Luis de Trelles y Noguerol, cuyo cuerpo descansa en la Catedral de Zamora. En 2015, el mismo año en que la Catedral de Lugo era incluida en el Patrimonio Mundial por la UNESCO, este viveirense era declarado Venerable por el Papa Francisco, justo reconocimiento para este fiel, que con su promoción de agrupaciones como la Adoración Nocturna Española o las Camareras de Jesús Sacramentado, puso una piedra firme en el secular culto eucarístico de la Catedral de Lugo.
“Hoc hic Mysterium Fidei Firmiter Profitemur” luce orgullosamente el escudo de “la Ciudad del Sacramento”, y ese mismo emblema se localiza a los pies de la Asunción de la Virgen María en el coronamiento del tabernáculo de la Capilla Mayor de la Catedral de Lugo. Que por la gracia de Dios y la intercesión de Aquella en quien tomó carne el divino Hijo, permanezca siempre viva la verdadera fe y la devoción a Jesús Sacramentado en esta tierra. Que la adoración a su Presencia real en la Sagrada Forma sea una bendición para nuestras familias y para todo el Pueblo de Dios. Que la comunión en el Pan eucarístico, único y partido, sea alimento del camino, fuente perenne de vida y caridad. Y que nunca deje de escucharse en nuestra Catedral Basílica el saludo humilde y agradecido del fiel cristiano: ¡alabado sea el Santísimo Sacramento del Altar!
+ Alfonso Carrasco
Bispo de Lugo
[1] Agradezco la presentación sintética de los datos históricos a la labor del historiador lucense Marcos Gerardo Calles Lombao