SOMOS UNA GRAN FAMILIA CONTIGO
Sin ti no hay presente. Contigo hay futuro
Día de la Iglesia diocesana 2019
Queridos hermanos,
Recordamos en esta Jornada de la Iglesia Diocesana que somos una gran familia. Ser cristianos no es simplemente conservar algunas tradiciones culturales o ser de una opinión particular en temas morales. Antes que todo ello es pertenecer a una “gran familia”, abierta al mundo y no cerrada a nadie, porque la vida que recibimos no tiene límites ni fronteras, nace del Amor creador del Padre y de la entrega del Señor por cada uno de nosotros.
Como dijo Jesús: quien hace la voluntad de mi Padre es mi madre, mi hermano y mi hermana. Acoger a Jesucristo en la fe nos hace hermanos, por encima de toda diferencia o distinción. Somos una familia, en la que somos amados, aprendemos a ser persona y a caminar hacia la perfección en el amor, recibimos inteligencia para estar en el mundo.
Pero ser familia es algo concreto. Significa personas conocidas, relaciones fundamentales, tiempos y lugares. Sin esta “familia diocesana”, sin ser comunidad real y palpable, la fe no sobrevive realmente. Esto significa también que, sin la persona de cada uno, sin su presencia y participación, sin compartir juntos la fe y las necesidades de cada día, esta “familia” no se hace real entre nosotros.
Estar, permanecer, acudir, ayudar en nuestra parroquia y comunidad, es decisivo; molestarse, si fuese necesario, para ir a la Misa dominical, resulta imprescindible. Cambiará nuestro ser comunidad o parroquia, cambiará nuestra vida. La opción por el aislamiento o la soledad, no moverse para estar y celebrar con los hermanos, tendrá justificaciones circunstanciales o momentáneas, pero a la larga es un error, es abandonar la casa del Señor. El presente de esta nuestra “Iglesia diocesana” depende, pues, de cada uno; sin nosotros, la fe en el Evangelio no tiene carne real: sin ti no hay presente.
Por el contrario, contigo hay futuro. Unidos, como miembros de la “familia de Dios”, donde Él es el Padre y todos somos hermanos, que nos sentamos a la Mesa eucarística que Jesús el Señor nos prepara, descubriremos mil posibilidades de camino, de compañía y sostén mutuo en las fiestas y en la vida cotidiana, en el sufrimiento y en los duelos; pero también posibilidades de iniciativas nuevas, de protagonismo en nuestra Iglesia, de presencia y de intervención eficaz, inteligente y caritativa, en el mundo.
Aunque nos veamos pequeños, a nosotros mismos o a nuestra comunidad, a nuestra “familia eclesial”, no tengamos miedo. Todas las riquezas de vida y de verdad vienen de Dios; y Él hace cosas grandes con los humildes, también con nosotros: contigo, con Él, hay futuro, fecundidad y alegría.
Cuidemos, pues, este ser “familia” de nuestra Iglesia diocesana en Lugo, aportando ante todo esa gran riqueza -aunque esté escondida- que es nuestra persona, nuestro corazón y nuestras manos. Y estemos siempre seguros de que el Padre, que es bueno, sabrá colmar de bienes a sus hijos que le piden pan, y sin tardar.
Que Santa María, la Virgen de los Ojos Grandes, nos haga sentir a todos siempre su amor maternal y sus cuidados; que guarde en nosotros y haga crecer el afecto verdadero por nuestra “familia eclesial”, por nuestra parroquia y nuestra Iglesia en Lugo.
+ Alfonso Carrasco Rouco, Obispo de Lugo