Ante la 60ª campaña de Manos Unidas
Queridos hermanos,
Se cumplen este año 60 de la existencia de Manos Unidas, que nace de la urgencia de luchar contra el hambre en el mundo sentida entonces por las mujeres de Acción Católica, que desde el principio trabajarán por remediar “el hambre de pan, el hambre de cultura y el hambre de Dios”.
La campaña de este año es la primera de tres que llevan el lema conjunto de “Promocionar los Derechos con Hechos”; y se focaliza particularmente en las mujeres, en su falta de libertad, de seguridad, de voz. En efecto, la pobreza y la injusticia afectan más directamente a los más vulnerables, a niños y ancianos, y en concreto a las mujeres.
En las relaciones cotidianas, en la familia, en formas incluso estructurales de una sociedad, se ve disminuida la libertad de la mujer, su acceso a los recursos culturales y económicos, su seguridad personal, su capacidad de protagonismo y su presencia pública.
Nuestra fe cristiana afirma, en cambio, con claridad que, desde el inicio, Dios creó a su imagen al varón y a la mujer, iguales en dignidad, destinados a la colaboración y al amor.
Este núcleo bueno de toda existencia humana sufre por consecuencia del pecado, que introduce mentira y violencia, relaciones de dominación, y llega a tomar formas históricas determinadas por una desigualdad injusta, dolorosa y empobrecedora.
Cuidar y fomentar relaciones que respeten la igualdad en la diversidad es consecuencia intrínseca de la fe. No es aceptable en ningún modo la violencia, las situaciones de servidumbre o de abuso, la trata de mujeres. Al contrario, sabemos que la relación más íntima y fecunda, más personal, que es la del amor matrimonial, sólo puede ser establecida en el consentimiento libre, en el sí dado y recibido en igualdad y libertad por el varón y la mujer.
Salvaguardar esta relación primera es decisivo para la conformación de la familia y de la sociedad entera. El cambio de la estructura social, el acceso al bien de la cultura o de la economía, la asunción de responsabilidades públicas, se hará posible desde este cambio primero y fundamental que afirma la igualdad y la común dignidad de la mujer y del varón, y que tiene su expresión histórica más honda y determinante en la forma que adopta el amor conyugal, el matrimonio.
Llevar hasta el final esta exigencia de libertad, dar voz en plena igualdad a la mujer en esta relación fundante de toda sociedad, resultará decisivo para la superación de las formas de pobreza y de injusticia que impiden satisfacer también hoy muchas veces el hambre de pan, de cultura y de Dios.
Este anuncio propio de la fe cristiana no pondrá en cuestión ni dañará el bien verdadero de ninguna sociedad, no será ninguna forma de colonialismo cultural, sino que abrirá caminos concretos para la realización en los diferentes países de esta igualdad en libertad, en seguridad y en protagonismo que corresponde a la mujer.
Colaboremos, pues, con esta campaña de Manos Unidas, conscientes de que la defensa de los derechos y de la dignidad de la persona y específicamente de la mujer, es exigencia de nuestra fe, de creer en el Dios y Padre de todos, en su Amor, que le hizo entregarse para quitar el pecado del mundo, todo desprecio y maltrato del prójimo, toda mentira e injusticia.
Que la Santísima Virgen María, cuya libertad y cuya voz hizo posible la salvación del mundo, siga protegiendo a las mujeres de Manos Unidas, a todas las mujeres y familias del mundo.
Con mi afecto y bendición
Lugo, 6 de febrero de 2019
+ Alfonso Carrasco Rouco
Obispo de Lugo