Queridos hermanos,
Celebramos hoy, aquí, en nuestra S. I. Catedral de Lugo, los 50 años de existencia de Aspnais. Algunos habréis pasado por la “Puerta de la Misericordia”, el signo del Amor grande y comprensivo de Dios, que nos invitó a abrir nuestro Papa Francisco.
Habéis entrado así en vuestra casa: somos todos criaturas, hechura del mismo Padre, hemos creído en su amor, con el que quiere salvarnos enviando a su Hijo Jesús al mundo.
Todas las obras de Dios Padre son buenas. También la existencia de cada uno de nosotros es buena. Nada hay inútil en la creación divina, y de ninguna vida puedes decir que es de poco valor. No importamos por lo que tenemos, sino, en primer lugar, por Quién nos ama: si Dios está con nosotros, ¿quién contra nosotros? Y El nos da a cada uno, ciertamente a todos, unos determinados talentos y una misión en el mundo.
En nuestra época, de nuevo, corremos el riesgo de valorar a las personas de modo egoísta, por su fuerza, sus riquezas o su apariencia. Pero, como nos dice el Papa Francisco, no podemos aceptar una mentalidad para la que hay personas sin valor, que se descartan, porque no son productivas económicamente; por ejemplo, niños, ancianos, enfermos, etc.
Vuestra presencia, vuestra alegría y todo Aspnais, nos da en medio de nuestro mundo el testimonio contrario. Es como si tuvieseis la misión de despertar las conciencias de todos a lo más importante: no podemos vivir como personas y construir un mundo mejor olvidando esta dignidad primera, este valor sagrado y misterioso de cada uno, que es conocido, amado y muy importante para Dios. Tan importante como para venir al mundo y morir por nosotros.
No hay mandamiento mayor que éste: amar a Dios de todo corazón y al prójimo como a sí mismo. Pues bien, vosotros nos ayudáis a comprender mejor, con el ejemplo, cómo el Padre nos ha encomendado los unos a los otros, de manera que no vivamos aislados y solos, sino que nos atendamos con cariño los unos a los otros en nuestras necesidades.
Nuestro mundo necesita mucho este ejemplo que en Aspnais nos dais. Es también parte de vuestra misión. Nos enseñáis en la práctica qué es vivir unidos, qué es la misericordia y llevar los pesos los unos de los otros.
En nuestra sociedad se enaltece a veces la ley del más fuerte, por la que el débil es despreciado. Es muy mal camino para todos. Al fin, ¿quién no es débil, de carne y hueso, vulnerable en su cuerpo y en su alma?
Vuestro testimonio es el de familias que han sabido amar a sus hijos, asumiendo la tarea de cuidarlos en sus necesidades, y de hacerlo unidas, para que fuera posible y mucho más eficaz. Y así Aspnais se ha convertido en una realidad grande, en medio de nuestra ciudad, que nos habla de los caminos de la humanidad verdadera.
Que Dios os bendiga siempre, en todos vuestros desafíos, y también , por supuesto, la Virgen de los Ojos Grandes, que nunca dejó de mirar con amor a sus hijos.
Que nosotros no reduzcamos nunca vuestra presencia a algo importante sólo para unos pocos. Significa mucho para todos.
Que vuestro testimonio nos lleve a no despreciar la vida de nadie, a no impedir el nacimiento de ningún niño, a saber mirar con corazón abierto las necesidades del prójimo e ir a su encuentro.
Que todos sepamos ser hijos de nuestro Padre misericordioso, el Padre de nuestro Señor Jesucristo, que se unió para siempre con nosotros, que no ha querido dejarnos ya nunca, como testimonia su presencia real en la Exposición del Santísimo Sacramento, y que nos enseña todos los días a rezar el “Padre nuestro” y a amarnos los unos a los otros como Él nos ha amado.
+ Alfonso Carrasco Rouco, Obispo de Lugo