Este domingo se celebró la solemnidad del Santísimo Cuerpo y Sangre de Jesús. En la ciudad de Lugo, la Eucaristía Mayor tuvo lugar en la plaza de Santa María y estuvo presidida por nuestro Obispo, monseñor Alfonso Carrasco; con él concelebraron los miembros del cabildo catedralicio y los párrocos de la ciudad. A pesar de la lluvia, asistió un gran número de fieles entre los que se encontraban la alcaldesa de la ciudad, Lara Méndez, y parte de la corporación municipal.
En su homilia, el Prelado recordó la necesidad de mantener firmes las certezas del corazón: "aunque las circunstancias de la vida sean complejas, sabemos en quien creemos, qué esperamos realmente, y sabemos que si el tiempo que nos toca implica trabajos y sacrificios, no tenemos miedo. Sabemos que necesitaremos ayuda pero esperamos tenerla a nuestro lado, confiamos en el Señor. Asimismo, don Alfonso afirmó que "la Eucaristía es la medicina que cura nuestros corazones, confirma el amor de Dios por nosotros, sostiene la vida y nos enseña". "Podemos no ceder al miedo que nos venga porque contamos con ayuda, porque sabemos a dónde vamos y que no estamos solos", aseguró. Además, el Obispo indicó que "en el pan y en el vino están resumidos simbólicamente todo lo que es nuestra fe: la inmensidad del amor de Dios, que empezó creándonos y culminó salvándonos y los frutos y la presencia de este amor en el corazón del hombre, que llena de vida su trabajo y sus dones." Monseñor Carrasco concluyó la homilía invitando a "que el Pan consagrado sea para nosotros signo de que en todas las cosas que hagamos haya dentro una verdad profunda de nuestra vida y de nuestro corazón. Que cuando demos, demos lo que de verdad somos, podamos tener la libertad de dar con amor, de construir con amor y hacer así el camino de nuestra vida."
En la Eucaristía participaron también los seminaristas diocesanos así como el Orfeón Lucense, la Coral del Hospital de Lugo y la Banda Filarmónica de Lugo.
La Solemnidad del Corpus Christi tiene su origen en un milagro eucarístico del s. XIII. En ella, la Iglesia tributa a la Eucaristía -presencia real de Cristo- culto público y solemne de adoración, amor y gratitud. La procesión de este día, que se realiza después de la Misa principal, es la más importante de todas las procesiones.