Este sábado, 29 de octubre, 1.300 fieles de la Diócesis de Lugo peregrinaron a Santiago de Compostela para ganar el Jubileo. El Obispo lucense, monseñor Alfonso Carrasco, encabezó el encuentro al que también asistieron el Vicario General, don Mario Vázquez, y un buen número de sacerdotes que sirven en los distintos arciprestazgos.
Los asistentes, pertenecientes a las distintas zonas de la geografía diocesana, disfrutaron esta jornada que concluyó con la Santa Misa. Ésta tuvo lugar en la catedral compostelana y estuvo presidida por el Arzobispo de Santiago, monseñor Julián Barrio.
En la celebración litúrgica, el Obispo de Lugo presentó la ofrenda al Apóstol y en ella recordó que Santiago «trajo la fe en Jesús a esta tierra; sembró la semilla y de aquella semilla nació un gran pueblo». En este sentido, monseñor Carrasco afirmó que, gracias a esa semilla, "estamos unidos aquí, a los pies del Apóstol, esta gran representación de la Diócesis, porque, por la gracia de Dios, el árbol creció y sus ramas han servido para dar apoyo y consuelo durante todos tantos siglos». «Somos pueblo de Dios nacido de esta semilla plantada por Santiago y, como pueblo, venimos afirmando la misma fe que él nos comunicó, según la cual sabemos que podemos hablarle y pedir su intercesión.» Al mismo tiempo, don Alfonso hizo memoria de que «la fe que Santiago predicó nos enseña que el Señor ha resucitado y que, en Él, el amor de Dios ha vencido». Hizo también hincapié en la importancia que tiene para los creyentes recordar la necesidad de pedir la intercesión del "amigo del Señor", en referencia al Apóstol Santiago: «Santiago está vivo y hoy, como un gran pueblo, hemos venido a pedir su intercesión conscientes de que es amigo del Señor, está con Él, en una amistad muy grande y, confiados en esta amistad, le pedimos que se guarde viva en nuestro corazón la fe recibida, la fe en un amor que nos perdona y libera del mal». Así, «acompañados por Dios y auxiliados por su perdón», señaló don Alfonso, «podemos hacer bien el camino de la vida porque el amor de Dios está presente en nuestras casas, ha dado forma a los matrimonios, nos ha enseñado a no abandonarnos en los dolores, a tener piedad, a educar a los hijos de cierto modo, a mirar la vida con confianza, a ser fuertes». El Obispo concluyó la ofrenda pidiendo al Apóstol Santiago que «esta fe permanezca viva y dé vida a nuestras casas, parroquias, arciprestazgos y diócesis» y rogando que «todos nosotros caminemos hacia la Gloria con la esperanza cierta que no termina, el trabajo paciente que sabe a dónde va». «Santiago, somos familia tuya, recibimos de ti la fe, intercede por nosotros», sentenció.
Por su parte, el Arzobispo de Santiago de Compostela, comenzó la homilía reconociendo el «orgullo y gran satisfacción» que para él suponía «acoger en la casa del señor Santiago a tantas personas». Asimismo, se disculpó por la incomodidad que algunos de los fieles podían estar sufriendo en la celebración: «Desearía que pudierais estar más cómodos. Que el Señor recompense vuestro sacrificio.» Seguidamente, don Julián hizo memoria de que «no son pocas las heridas que cada uno de nosotros traemos hoy para ponerlas a los pies del Apóstol». En este sentido, el Prelado recordó que «el Año Santo revitaliza nuestra fe y nos llama a la conversión y esto no es otra cosa que quitar aquello que sobra en nuestra vida y nos impide traslucir la imagen de Dios, conforme a la que hemos sido creados». «Es importante tener en cuenta que venimos del amor de Dios y ese amor tenemos que manifestarlo a los demás en cada día de nuestra vida; Él nos acompaña», afirmó el Arzobispo.
Al interior de la seo no pudieron acceder todos los diocesanos de Lugo por haberse completado el aforo de la misma. Por esto, varios cientos de personas, incluido algún sacerdote, tuvieron que esperar al término de la Eucaristía para entrar en la catedral compostelana y visitar la tumba del Apóstol.