El pasado 1 de julio, el Obispo de Lugo, monseñor Alfonso Carrasco, ordenó presbítero al lucense Ignacio Manuel Ramón Antonio Felpeto Criado. En el programa El Espejo de la Iglesia, el nuevo sacerdote fue entrevistado por María José Campo el día previo a su ordenación:
– ¿Cómo te han servido los meses de diaconado para preparar tu vida sacerdotal?
– Al final, el sacerdocio se ejerce en parroquias con la gente de esta tierra, que es la mía también. Los meses de diaconado en la parroquia de La Milagrosa (Lugo) me han servido para conocer más determinadas zonas de la Diócesis, cuál es la forma correcta de ejercer el ministerio, los diferentes aspectos, los sacramentos, la organización de cualquier tipo de actividad comunitaria, y, por supuesto, también la vida de oración. El diaconado tiene entidad en sí mismo; es una de las formas en que se concreta el sacramento del orden. El diácono es quien en la antigüedad ejercía la caridad con los pobres en la Iglesia y también puede celebrar algunos sacramentos, otros no, que corresponden ya al orden de los presbíteros. Sí que es verdad que para una persona que siente la vocación sacerdotal, no la vocación diaconal, es un paso previo para el presbiterado, pero tiene su propia riqueza y no es bueno verlo como una condición que hay que pasar durante un determinado tiempo para luego alcanzar una meta, sino que es algo muy bello.
– ¿Qué tiene de especial la ceremonia de ordenación más allá de lo que ya se supone para ti?
– Lo esencial es que el Obispo ponga sus manos sobre la cabeza de la persona que se va a ordenar y pronuncie la oración consacratoria, y entonces en ese momento ya hay sacramento. El sacerdote repite las mismas palabras de Nuestro Señor el Evangelio, “esto es mi cuerpo, esta es mi sangre”, y entonces obra el milagro de que el pan y el vino se conviertan en el Cuerpo y la Sangre del Señor. La ordenación es parecido. También es muy bella la ceremonia pues hay una muestra de comunión del presbiterio diocesano, en el que yo me integraré. Una de las cosas que aprendí de San Josémaría Escrivá de Balaguer es que la vocación nace en muy buena medida de los padres, instrumento principal del que se sirve de Dios para comunicar la vocación a alguien.
– Y celebras la primera Misa.
– En puridad, la primera Misa la celebramos el día de la ordenación con el Obispo, que ya consagramos. Aquí suele celebrarse la primera Misa Solemne el día siguiente de la ordenación; en otros lugares lo retrasan más. La Misa Solemne es un poquito más solemne de lo que puede ser de ordinario, en la que se estrena el sacerdote recién ordenado. Es especialmente emotiva por eso, porque es la primera.
– ¿Cómo vive tu familia más cercana este paso tan importante?
– Con mucha alegría, sobre todo mi madre. Yo a veces le digo: “Mamá, lo vives con más emoción que yo”. Las madres son así. También mi padre y mi hermano; es una gran alegría para todos.
– Y después ¿qué?
– Después lo que disponga el señor Obispo y siempre será para bien.