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La ordenación sacerdotal de Santiago Lillo


Esta mañana el obispo de Lugo ordenó sacerdote a Santiago Lillo, en una bonita ceremonia en la catedral de Lugo, a la que asistieron su familia, amigos y algunos sacerdotes. Todos ellos quisieron compartir este momento importante en la vida de Santi y de toda la comunidad cristiana.

Comenzó su homilía, Mons. Alfonso Carrasco, recordando que se reunían todos como Iglesia de Dios: “es el Señor el que nos une, lo que nos constituye en una única asamblea y establece lazos que no están motivados solo por nuestra voluntad (…) caminamos juntos unidos por el bautismo. Al servicio de esta gran realidad nueva que el Señor hace con nosotros, esta también el sacerdote. Escuchábamos decir en el Evangelio, el reino de Dios ha llegado, convertíos y creed en el Evangelio. La Iglesia es un testimonio de esto, de una conversión. El Señor con nuestro consentimiento, con nuestro sí, con nuestro asentimiento, que va confirmando con el paso de los años, que en la vida va tomando forma con la gracia de Dios, el Señor va convirtiendo todas nuestras realidades en algo más grande, en una unidad que es la que viene del amor de Dios”

Continuó diciendo: “No somos los mismos con Cristo que sin Él. No somos los mismos estando el Señor con nosotros que sin Él. El hombre no subsiste sin la relación con Dios. El mundo no existe sin relación con Dios. Nuestra fe lo dice con toda claridad. El mundo es creado. Dios ha creado el mundo. Lo crea constantemente. No se sostendría ni un instante sin relación con Dios. El Señor está con nosotros precisamente porque los hombres necesitamos vivir en relación con Dios. Y en relación con Dios crece nuestra vida, nuestra existencia cambia y se transforma”. Y el sacerdote es llamado a servir a esta relación: “Está llamado a hacer presente al Señor, en el medio de su iglesia, para que la iglesia exista, para que los cristianos resistamos”. Y esta relación se realiza de muchas maneras, pero la fundamental es la Eucaristía: “La tarea que el Señor dio a sus sacerdotes es servir. No ponerse a sí mismos en el centro, sino luchar porque miremos al Señor. Luchar porque el Señor ocupe nuestros corazones, para que no antepongamos otras cosas, no nos equivoquemos. Y esa labor la realiza con humildad”.

Finalizó dando gracias a Dios y pidiendo por Santiago: “por su vocación y para que se deje guiar por el Espíritu del Señor, para que en eso imite a la Virgen, que estaba atenta de corazón a cada palabra del Señor, pero para decir que sí con libertad, para seguir con toda libertad la palabra del Señor. Pedimos por esta docilidad y esta fidelidad, que será lo que permita que el Señor lo conduzca en su camino bien hasta el final”.