El miércoles, 13 de noviembre, a las 20 h se descubrirá la placa conmemorativa de la renovación del privilegio de la Indulgencia plenaria, cotidiana y perpetua a la catedral de Lugo.
A continuación, el Obispo, Mons. Alfonso Carrasco presidirá la eucaristía y un breve momento de adoración eucarística
¿Qué es el don de la indulgencia?
“La indulgencia es la remisión ante Dios de la pena temporal por los pecados ya borrados en cuanto a la culpa, que el fiel cristiano, debidamente dispuesto y cumpliendo unas ciertas y determinadas condiciones, consigue por mediación de la Iglesia.”
¿Cómo ganarla?
La Santa Sede ha concedido a la Catedral Basílica de Lugo el privilegio de una Indulgencia plenaria, cotidiana y perpetua, vinculada con su antiquísima tradición de veneración de la Eucaristía.
Los fieles cristianos puedan ganarla en esta Catedral todos los días, “a condición de que … visiten piadosamente el Santísimo Sacramento expuesto públicamente con el fin de adorarlo durante un adecuado espacio de tiempo, concluyendo con la Oración Dominical y el Símbolo de la Fe.”
Con las condiciones habituales
- Recibir la indulgencia es un gesto plenamente personal, que sólo se hace de corazón y libremente. Por eso, “para ganar una indulgencia plenaria se requiere la exclusión de todo afecto a cualquier pecado.
- El don de la indulgencia se ofrece a quien lo pide con fe y humildad, abriendo el alma a la gracia de Dios. Por eso, sólo es posible lucrarla acudiendo al sacramento de la penitencia para el perdón de los pecados (en un plazo máximo de 15 días).
- La Indulgencia plenaria concedida sólo puede ser lucrada si se recibe la comunión en la celebración eucarística, a ser posible en el mismo día. Como signo de esta comunión, es condición también rezar por las intenciones del Papa.
La verdad del perdón
La indulgencia plenaria es una misericordia grande. Puede ser ofrecida también a favor de un ser querido difunto, lo que nos habla de la verdad de la comunión eucarística, de un compartir más hondo y poderoso que la muerte.
La indulgencia es siempre una puerta abierta a la esperanza: No sólo la de poder liberarnos del mal, gracias al amor creador y redentor del Señor, y con el aliento, la intercesión y la ayuda de los Santos, nuestros hermanos; sino también la de poder retomar de nuevo, con ojos y corazón limpios de pecado, el quehacer de la vida.
