El obispo de Lugo, Mons. Alfonso Carrasco, presidió hoy en la catedral la celebración con motivo de la Jornada de la Vida Consagrada.
Comenzó su homilía diciendo que: “Hoy, queridas hermanas y hermanos, es la iglesia, somos nosotros, es la vida consagrada, en especial quiénes somos peregrinos de esperanza en medio del mundo: es decir, quienes llevamos en los brazos del alma, en el corazón y en la boca, a Jesús, lo acercamos a las gentes y a nuestro pueblo”.
En referencia al lema de la Jornada manifestó que “Somos peregrinos que viven y desean compartir una esperanza inquebrantable” y que en estos días dar testimonio de la esperanza es una labor urgente: “La confianza puesta en el mundo, en su sabiduría y su potencia, en los poderosos de la tierra, se ha demostrado ilusoria y vana para muchos de nuestros contemporáneos. La violencia de las guerras, de las relaciones entre los pueblos, pero también entre las personas, introduce desconfianza y soledad, desasosiego profundo, sufrimiento íntimo, falta de perspectivas y de humanidad”.
La labor de los consagrados- les recordó don Alfonso- es ser testigos del amor de Dios: “Él es el fundamento de nuestra vida, de nuestro ser fieles cristianos y de toda vocación de especial consagración. Él nos ha amado primero y se ha entregado por nosotros; nosotros lo hemos amado, hemos querido responderle; y así nuestras palabras y obras, nuestra existencia pueden hablar elocuentemente de Él. La vocación especial de la vida consagrada proclama ante el mundo entero este amor, de cuya belleza habla vuestro seguimiento, y cuya radicalidad, que es promesa de un mundo nuevo, se realiza y manifiesta ya ante nuestros ojos inicialmente en la forma de vuestros votos y promesas; un amor cuya inmensa riqueza y fecundidad testimonian los diferentes carismas, la inacabable diversidad de las formas de vida consagrada”.