El Obispo de Lugo, Mons. Alfonso Carrasco, presidió en la catedral la Eucaristía de la Cena del Señor.
En esta celebración, que abre el Triduo Pascual, se conmemora la institución de la Eucaristía y del orden sacerdotal, y celebramos el día del amor fraterno.
En su homilía, Mons. Carrasco, comenzó recordando la Alianza de Dios con su pueblo: “Desde el inicio se muestra la sabiduría y la bondad del designio divino: todo lo que hizo, el mundo, la creación y el hombre mismo, era bueno. En su Alianza a lo largo de la historia el Señor defenderá siempre esta bondad. Y Él mismo se desvelará siempre como un Dios que ama a su criatura, a su Pueblo, que lo quiere como un esposo a una esposa o como una madre al hijo de sus entrañas. Sus palabras, sus mandatos e instituciones han estado destinadas siempre a lo largo de la historia al bien de su Pueblo, a conducirlo a la vida y a la comunión con Él”.
A pesar de la deslealtad del hombre: “el Señor permanece fiel a su Alianza, incluso cuando nosotros somos aún infieles. No vino a condenar, sino a salvar. Él nos ofrece su Amor y encuentra el modo de que el corazón humano le corresponda plenamente; esto acontece en Jesús en primer lugar y, gracias a Él, en el corazón inmaculado de la Virgen María; pero luego también en el de los discípulos, unidos con Él como miembros de su Cuerpo, que viven de su vida, de su Espíritu”.
Y, en referencia a la celebración de la Última Cena, continuó: “Este es su testamento, su Alianza, la obra que Él nos deja y nos encomienda: su Eucaristía, el don inmenso de su propia persona y de su misión cumplida en la entrega plena de sí por los hermanos. Aquí se anuda para siempre Dios y el hombre, la gracia divina y la fe humana”.
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María José Campo