Queridos hermanos,
con el eslogan La salud, derecho de todos: ¡actúa!, Manos Unidas celebra su campaña de este año 2012.
Todos conocemos la importancia de la salud, y qué significa estar enfermos. Los sufrimientos que implica son corporales y espirituales, muchas veces grandes, conmueven también a los que quieren al enfermo y afectan incluso a la vida y el futuro de personas y familias.
Y sabemos igualmente qué necesario, qué urgente sentimos entonces recibir cuidados, encontrar atención médica, ser acompañados y queridos. No quedarse insensible ante el sufrimiento es una exigencia elemental de nuestra humanidad.
Ante la enfermedad se manifiesta radicalmente el corazón de la persona, nuestro corazón; así como nuestros límites. Y se acentúa la percepción de nuestra vulnerabilidad, de que no poseemos de modo definitivo nuestro ser, nuestros cuerpos y nuestra vida; que son un don, una riqueza inmensa que hemos recibido y a la que no sabríamos renunciar. En el deseo profundo del corazón y con la luz mayor de la fe, confiamos en Dios, en Aquel que nos dió la vida, para no perderla para siempre.
La salud y la enfermedad es, pues, un lugar primero en que somos interpelados personalmente cada uno, y también por nuestros hermanos. Aquí ha de realizarse el mandamiento del Señor: ama a tu prójimo como a tí mismo.
La esperanza que tenemos para nuestra vida, la alegría con que acogemos el don divino de nuestro ser y existir, se manifiestan en el amor y el cuidado del prójimo. Y esto se realiza de modo privilegiado en la salud y la enfermedad.
La campaña de Manos Unidas, como un instrumento singular en medio de nuestra Iglesia, nos invita a vivir nuestra fe, a expresarnos en gestos de caridad concreta, pensada y organizada, buscando procurar a nuestro prójimo este bien fundamental.
Al mismo tiempo daremos testimonio a nuestro alrededor, y a nuestra sociedad, de una forma de mirar al hombre y a la vida, en que la salvaguarda de su dignidad y de sus bienes fundamentales se convierte en criterio primero de acción, y en que la solidaridad y la atención mutua brotan del corazón, sin reducirse al cumplimiento de obligaciones más o menos reconocidas.
Participar en la campaña de Manos Unidas, extendiendo esta percepción del hombre, es muy necesario en nuestra sociedad, en que muchas veces se actúa y se propaga una concepción meramente utilitarista y hedonista de la vida, en la que se olvida la dignidad de quien no es poderoso o fuerte, quizá porque está enfermo y depende de nosotros.
Así contribuiremos también a que nuestras instituciones políticas y las grandes fuerzas científicas y económicas de nuestro mundo hagan propios estos criterios de acción, esta mirada cargada de fe y de amor al hombre.
Este es ciertamente el camino para una mayor colaboración con otros pueblos y países, que haga posible el cuidado y la defensa integral de la vida; pero lo es también para nuestra propia sociedad, que se enfrenta a desafíos culturales y a dificultades económicas grandes.
El ejercicio de la caridad será un bien para nosotros mismos, como personas y como pueblos. La campaña de Manos Unidas es una ocasión singular para realizarlo, acompañándolo además de la reflexión y el testimonio públicos. Por ello, demos las gracias a todas y a todos los que gratuitamente se entregan a esta obra buena en favor de sus hermanos. Dios, que escucha la voz del más pequeño y más solo, se lo pagará.
+ Alfonso Carrasco Rouco, Obispo de Lugo