Hoy domingo 2 de junio en la plaza de Santa María de Lugo, el Obispo de la Diócesis, Mons. Alfonso Carrasco, presidió la Solemne Eucaristía de Corpus
En Lugo, la ciudad del Sacramento, esta celebración de Corpus adquiere especial relevancia por la permanente exposición del Santísimo en el Altar Mayor de su catedral, lo que le otorga el privilegio de la Indulgencia Plenaria, Cotidiana y Perpetua
Acompañaron la celebración Eucarística el Orfeón Lucense, la Banda Filarmónica de Lugo y la coral Hospital de Lugo. Después de la misa el grupo “Os Xílgaros de Lugo” ofreció un repertorio de danzas tradicionales.
En su homilía, el Obispo de Lugo, Mons. Alfonso Carrasco Rouco, comenzó recordando las palabras del Evangelio:“El Corpus es la fiesta de la Eucaristía, escuchábamos en el Evangelio cómo fue instituida esta celebración. Llama la atención el detalle con el que está narrada lo que nos muestra que el Señor lo tenía previsto, sabía con todo detalle lo que quería hacer; nada fue improvisado. Cuando llegó el momento de la última cena, todo estaba cargado de sentido hasta el último detalle”. Por eso: “Conservamos exactamente lo mismo y procuramos también hacerlo con todo detalle cómo se hacen las cosas más queridas, como se hacen las cosas más importantes”.
Celebramos la Eucaristía como una fiesta: “Es la celebración de una inmensa victoria. Pero todas las victorias tienen detrás una lucha. Hay un gran esfuerzo, un grandísimo sacrificio para alcanzar una grandísima victoria. El Señor lleva a cumplimiento su obra y su tarea. La lleva a cumplimiento del único modo posible, pensando en cuál era su verdadera tarea: llevar a la humanidad a la victoria sobre el mal. Volver a reconciliar nuestra naturaleza humana con Dios, llenarla de gloria.
Y celebrando la Eucaristía participamos de una victoria: “Esta victoria del Señor es la de quien nos ha amado y que por tanto puede siempre también en nosotros vencer. Y si hemos caído, levantarnos. Y si nos consideramos a nosotros mismos un poco indignos por lo que hemos hecho, el Señor puede mirarnos de otra manera. Y siempre encontramos en Él un buen pastor”.
La Eucaristía es el sacramento del Amor: “El Señor viniendo a este mundo manifiestó que nosotros, que nuestra vida, tenía un valor enorme, suficiente como para que Él bajara del cielo a la tierra y sufriera y muriera por nosotros. No despreciamos ya al hombre porque sea débil, porque sea frágil, porque esté enfermo, por ningún motivo. Para nosotros poder mirar con caridad, con amor al prójimo, a cualquiera, es el verdadero signo de nuestra esperanza, de nuestra victoria”.
Terminó pidiéndole al Señor que “llene de alegría nuestros corazones, porque esta victoria es nuestra victoria. Es la victoria para nuestros seres queridos, para nuestros difuntos, también para nosotros, para estar en este mundo con dignidad, con una dignidad que no ofende a nadie, sino que sabe amar al prójimo. Esta realidad tan grande ha constituido siempre nuestra historia”.
Al finalizar la celebración eucarística tuvo lugar la procesión por las calles de la ciudad en la que participaron el obispo, autoridades eclesiásticas y civiles, cofradías, asociaciones, miembros de las parroquias de la ciudad, de la Adoración Nocturna, niños de los colegios diocesanos…
Maria José Campo