La conversión a la que estamos llamados, de un modo especial, en este tiempo de Cuaresma no es algo abstracto, sino que se debe concretizar en gestos concretos, que son las llamadas obras de misericordia.
Las obras de misericordia son acciones caritativas mediante las cuales ayudamos a nuestro prójimo en sus necesidades corporales y espirituales. Instruir, aconsejar, consolar, confortar, son obras espirituales de misericordia, como también lo son perdonar y sufrir con paciencia. Las obras de misericordia corporales consisten especialmente en dar de comer al hambriento, dar techo a quien no lo tiene, vestir al desnudo, visitar a los enfermos y a los presos, enterrar a los muertos.
Entre estas obras, la limosna hecha a los pobres es uno de los principales testimonios de la caridad fraterna; es también una práctica de justicia que agrada a Dios.
Practicando las obras de misericordia vamos a hacer realidad esas tres prácticas cuaresmales que nos enseña el evangelio y que forman parte de la tradición de la Iglesia: la limosna, la oración y el ayuno.
Audio: reflexión del Obispo de Lugo sobre Ayuno y Limosna en Cuaresma
Cuando hablamos de limosna estamos pensando siempre sólo en dar y compartir nuestro dinero, pero también consiste en ofrecer nuestro tiempo, nuestras capacidades y cualidades, nuestra persona entera. Más que “dar”, consiste en “darse”.
Ante el individualismo que prima en la sociedad, la limosna consiste en ofrecernos a los demás, especialmente a los que sufren, a los excluidos y marginados.
Maria José Campo