SOMOS IGLESIA DIOCESANA
Queridos hermanos,
tras los momentos extraordinarios vividos en los últimos meses gracias a la venida de nuestro Papa Benedicto XVI a Santiago como peregrino y a Madrid a la Jornada Mundial de la Juventud, nuestra conciencia de ser todos Iglesia tiene una vivacidad y una alegría renovadas.
Somos Iglesia como un Pueblo unido por el Señor en la fe y en los sacramentos, aquí, en nuestras parroquias y comunidades, como Diócesis de Lugo; y por ello también en comunión con los hermanos de todos los países y del mundo entero, como hemos podido experimentar de modo especial acogiéndolos en nuestras casas, viéndolos por nuestras calles, siguiendo las celebraciones de Cuatro Vientos.
Este tesoro de fe y de vida está presente siempre así, como Iglesia diocesana, hecha de parroquias, como casas que pueden abrir sus puertas a quien lo necesita, para mostrar la hospitalidad y el amor que vienen del Señor, del mismo Dios, y que habitan entre nosotros, dándonos esperanza de vida eterna.
Sólo somos Iglesia como unidad concreta de amigos y hermanos, unidos alrededor de la mesa del Evangelio y de la Eucaristía, presididos por los sucesores de los apóstoles, el Papa, nuestro obispo y sacerdotes. Y así somos anuncio de Buena Noticia para el mundo.
Lo hemos podido contemplar este verano pasado en el esplendor de la gran comunidad juvenil de Madrid. Pero lo vemos y lo veremos también en el día a día de nuestras familias y trabajos, de nuestra capacidad de acogida y atención al hermano, al pobre, al enfermo, al desamparado, al que ha perdido la fe y la esperanza. El misterio de la Caridad, enraizado para siempre en el mundo por la Cruz del Señor, puede vivificar todo lo que somos y resplandecer en tiempos oscuros.
Vivamos, pues, como miembros de nuestra Iglesia diocesana, lucense y universal. Venzamos incomprensiones, perdonemos ofensas, busquemos consuelo y fuerza en el Señor. Y seamos responsables, participemos –ante todo en las celebraciones dominicales y en los sacramentos–, colaboremos cada día mano a mano.
Expresión de esta pertenencia y colaboración será sin duda nuestra contribución económica. Las aportaciones de sus fieles es la parte más importante del sostenimiento de la Iglesia. La mejor forma de colaborar es una aportación periódica personal o familiar, abonada por domiciliación bancaria, en la cuantía que parezca oportuna según la situación de cada uno.
Permanecer unidos en el Señor, contar con su gracia y su enseñanza, dejarse guiar por Él y caminar en la comunión de los hermanos, en una palabra, ser Iglesia, nos permitirá a todos construir nuestras casas sobre roca, hacer de ellas hogares vivos y acogedores, también en tiempos tormentosos y difíciles.
Con mi afecto y bendición,
+ Alfonso Carrasco Rouco, Obispo de Lugo