PARTICIPAR EN TU PARROQUIA ES HACER UNA DECLARACIÓN DE PRINCIPIOS
Día de la Iglesia diocesana 2014
Queridos hermanos,
Todos sabemos que lo que somos y queremos se expresa a menudo más con los gestos que con las palabras y que éstas mismas muestran su verdad en las obras.
Esto sucede especialmente cuando nuestras acciones, aunque sean sencillas y no llamen la atención, no se esconden, sino que se realizan abiertamente. Además, cuanto más firmes son nuestras convicciones y nuestros afectos, tanto más llegamos a poder expresarlos en público.
Esta también es la forma en que puede hacerse ver cotidianamente la fe cristiana que llevamos en lo íntimo del corazón: tiende a expresarse en nuestra vida, no sólo en la participación en celebraciones particulares, sino en nuestra manera de hacer las cosas y de emplear el tiempo. Tal es el caso, por ejemplo, de nuestro modo de vivir el amor matrimonial y la familia, que cualquiera puede ver aunque no busquemos darle publicidad; o de nuestro modo de vivir en el trabajo y en relación con el dinero, que no podemos endiosar; o en el modo de mirar y de atender al necesitado que está a nuestro lado.
La fe se hace así pública –también en la vida política– en los actos, en el modo de hacer las cosas. Nos lo decía el Señor: Un árbol sano no puede dar frutos malos, ni un árbol dañado dar frutos buenos … Es decir, que por sus frutos los conoceréis (Mt 7,18.20).
Participar en nuestra parroquia es igualmente un gesto sencillo, de nuestra vida cotidiana; pero que está cargado de significado, porque expresamos así en público nuestros principios, es decir la fe de nuestro corazón.
El gesto de poner la cruz a favor de la Iglesia en nuestra “declaración de la renta” dice ante todos un poco de nuestros afectos profundos, de nuestra fe en Dios, de nuestra pertenencia a su Pueblo, que está presente en nuestra tierra en comunidades y parroquias concretas.
Así, en un gesto pequeño, decimos nuestra libertad, nuestra esperanza y nuestro amor más personal. Y expresamos lo más grande, lo que engrandece e ilumina nuestras acciones cotidianas y las convierte en un testimonio dado con sencillez en medio de nuestra sociedad.
Ésta es, al mismo tiempo, la ayuda que necesita la Iglesia: nuestra presencia verdadera, que se expresa en el compromiso económico de cada uno, según sus posibilidades, y en el compromiso cotidiano, en nuestro modo de vivir y de hablar, de acompañarnos y de ayudarnos, de expresar nuestros principios y nuestra fe con libertad en medio de nuestra sociedad.
Que el Señor nos guarde la conciencia viva de cuánto vale poder convertir todas nuestras acciones, las más materiales e incluso económicas, en un signo de la libertad y del amor más grandes, en testimonio de la presencia del Dios que da dignidad y sentido definitivos a nuestra existencia.
+ Alfonso Carrasco Rouco, Obispo de Lugo