Foto: Cathopic.
A la finalización del Ángelus del pasado domingo, 16 de octubre, el Papa Francisco ha anunciado la ampliación del proceso sinodal “para favorecer la comprensión de la sinodalidad como dimensión constitutiva de la Iglesia”. El Papa se refirió a la Constitución Apostólica Episcopalis Communio, que contempla esta posibilidad (cf. artículo 3).
“La primera fase de la XVI Asamblea General Ordinaria del Sínodo de los Obispos se abrió el 10 de octubre del año pasado, con el tema “Por una Iglesia sinodal: comunión, participación, misión”. Desde entonces, la primera fase del Sínodo se desarrolla en las Iglesias particulares, con escucha y discernimiento. Los frutos del proceso sinodal que se ha iniciado son muchos, pero para llegar a su plena madurez es necesario no tener prisa. "Por eso, para tener un tiempo más extenso de discernimiento, he establecido que esta Asamblea sinodal se realice en dos sesiones. La primera del 4 al 29 de octubre de 2023 y la segunda en octubre de 2024. Confío en que esta decisión pueda favorecer la comprensión de la sinodalidad como dimensión constitutiva de la Iglesia, y ayudar a todos a vivirla en un camino de hermanos y hermanas que dan testimonio de la alegría del Evangelio” ha señalado.
El anuncio del Papa y el rostro de una Iglesia cada vez más misionera gracias a la implicación de todos
Para la Secretaría General del Sínodo, esta decisión “nace del deseo de que el tema de la Iglesia sinodal, por su amplitud e importancia, sea objeto de un prolongado discernimiento no solo por parte de los miembros de la Asamblea Sinodal, sino de toda la Iglesia”.
Además, esta elección está en continuidad con el actual camino sinodal, al que el propio Papa ha querido referirse esta mañana. El Sínodo no es un acontecimiento, sino un proceso, en el que todo el Pueblo de Dios está llamado a caminar juntos hacia lo que el Espíritu Santo le ayuda a discernir como voluntad del Señor para su Iglesia.
Por ello, la Asamblea General Ordinaria del Sínodo de los Obispos asumirá también una dimensión procesal, configurándose como “un viaje dentro de un viaje”, para favorecer una reflexión más madura para el mayor bien de la Iglesia.
Desde el principio, la Secretaría General del Sínodo ha optado por el camino de la escucha y el discernimiento, incluso en la fase de planificación y realización del proceso sinodal. Así, han indicado que “en las próximas semanas, continuaremos nuestro discernimiento para definir mejor la celebración de las dos sesiones de la XVI Asamblea General Ordinaria del Sínodo de los Obispos y el tiempo intermedio. Lo comunicaremos a su debido tiempo.”
Este proceso de escucha comenzó en 2021 por las Iglesias locales, es decir, por el Pueblo de Dios reunido en torno a sus Pastores; convocó a las Conferencias Episcopales y a los Sínodos de las Iglesias Católicas Orientales. Hasta 112 de las 114 Conferencias Episcopales de todas las Iglesias Católicas Orientales realizaron un discernimiento a partir de lo que surgió de las Iglesias particulares. Ahora, continúa con una Etapa Continental que culminará con la celebración de Asambleas Sinodales Continentales, entre enero y marzo de 2023, convocadas para revisar el camino recorrido, para continuar la escucha, el discernimiento a partir del Documento de la Etapa Continental y según las especificidades socioculturales de sus respectivas regiones con el objetivo de lograr una etapa final en este camino espiritual.
Como dice Andrea Tornielli: “El camino se ha iniciado. No sin esfuerzo, pero ha comenzado. El sueño es transformar la vida ordinaria de la Iglesia gracias a la participación e implicación de todos, para renovar su rostro y hacer que las comunidades cristianas sean cada vez más fieles al Evangelio y, por tanto, más misioneras. Partir de la mirada enamorada de Dios, y de la alegría que supone sentirse amados, acogidos y acompañados por Él, es también la clave para entender el Sínodo. La Iglesia existe para anunciar el Evangelio: sus estructuras, siempre sujetas a reformas, sólo existen para ello. El anuncio del Papa Francisco en el Ángelus nos dice que la sinodalidad en la Iglesia es un proceso y no un maquillaje, es decir, un ajuste apresurado de alguna estructura eclesial para que nada cambie realmente. Prolongar el tiempo de la asamblea ordinaria del Sínodo, llevándolo de uno a dos años, significa, en definitiva, considerar el método más importante que los temas individuales que han surgido hasta ahora, que también deben ser abordados. (…) Es un comienzo en el signo de la esperanza.”