Obispo de Lugo: Todos los Santos y Fieles Difuntos

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Como todos los años, el obispo de Lugo, Mons. Alfonso Carrasco, presidirá la eucaristía en la capilla del cementerio de San Froilán, el día 2 de noviembre, a las 17 h

Y, precisamente, sobre estas dos festividades le hemos preguntado:

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– Don Alfonso, celebramos la festividad de Todos los Santos y, al día siguiente, la de fieles difuntos, muy pegadas en el calendario, pero con significados distintos.

Ambas fiestas nos hacen pensar en nuestro destino y nos hablan de nuestro camino más allá de la muerte, nos ayudan a entender que la vida está llamada a una plenitud que no termina, no estaba programada así por Dios ni terminaba tampoco con el momento de la muerte. En ese sentido, ambas fiestas nos recuerdan que esta tierra en la que vivimos es un lugar, de alguna manera, de paso, de peregrinación donde nosotros caminamos. Donde vamos determinando, decidiendo, construyendo nuestra persona, nuestro futuro también, donde somos libres; hablar de Todos los Santos y hablar de rezar por los difuntos, nos recuerdan nuestra libertad. Porque al final es nuestra respuesta libre la que encamina nuestro destino.

LA LLAMADA DE DIOS Y RESPUESTA DEL HOMBRE

Dios nos llama, pero nosotros respondemos. Dios como un padre bueno, sostiene nuestra respuesta, como a un niño pequeño, su madre lo tiene de las manos para que camine cuando está aprendiendo a andar, pero tiene que ponerse sobre sus dos piernecitas y caminar. El Señor nos sostiene para que nuestra libertad, a veces frágil, responda; nos lleve de la mano, pero es nuestra libertad la que tiene que caminar y por eso se dice que estamos llamados. No estamos obligados ni forzados, sino que el Padre quiere que nosotros como hijos, crezcamos, seamos grandes, cumplamos nuestra vida, de todos toman estas dos fiestas, que impiden que nosotros nos entendamos sólo en el horizonte de este mundo, que pensemos que todo se termina con el deshacerse en el polvo como otros seres de la naturaleza. Entonces, bueno, son fiestas muy significativas.

No dicen lo mismo, nos hablan de dos aspectos: del futuro abierto ante nosotros. Nos hablan de La Santidad, o sea, del Cielo.

LA SANTIDAD. DÍA DE TODOS LOS SANTOS

La Santidad es nuestra participación plena en la vida, la vida viene de Dios, la vida en su sentido más pleno, más radical, es verdaderamente, fruto, don de Dios. Y bueno, pues la vida eterna, o sea, la vida sin límites, la vida ya vencedora de todo lo que la de todo lo que la limita, lo que la pone en peligro, de todo lo que la agrede, de todo lo que la hace sufrir, una vida completamente vencedora, es una medida completamente unida, que participa completamente de la, digamos así, del Banquete de la Vida del Reino de Dios, de la vida del Cielo.

Y esto nosotros lo sabemos y es lo que celebramos en el día de Todos los Santos. Pensamos en nuestros antepasados, en nuestros padres, en nuestras familias, y estamos seguros de que muchísimos, todos los que están canonizados y muchísimos más, están gozando en la casa del Padre de la plenitud de la vida y los celebramos con mucha alegría y al mismo tiempo recordamos que nos gustaría llegar allá.

Cuando tú piensas en la gente buenísima que ha habido en tu casa o que has conocido, sabes que seguramente estará en el cielo. ¿Por qué? Porque realmente lo merecen, porque les has visto hacer el camino, porque has visto a lo mejor cómo se entregaban, cómo amaban, cómo sufrían, cómo creían, qué dices: ‘Bueno seguramente está en el cielo, pero yo tengo que llegar allá’. Porque tenemos que volver a vernos, tenemos que celebrar juntos. Tenemos que alegrarnos con el Padre, viendo por fin con claridad el Misterio de la vida.

Entonces esto lo decimos en la vida de Todos los Santos, que muchos han llegado, pero que nosotros queremos llegar y no nos queremos quedar solos, que no queremos quedar fuera, que queremos participar, que queremos ser abrazados y abrazar de nuevo. Qué queremos entender, ver en la luz plena de la Gracia, de la Misericordia y de la Verdad lo que es la vida; lo que es la historia, lo que ha pasado, entender, dejar atrás sufrimientos y oscuridades. Bueno, es el ser Santo, es el estar, llegar al destino

FIELES DIFUNTOS

En el día de difuntos También pensamos en el destino nuestro y de nuestros seres queridos, pero vamos a nuestro aspecto, Vemos que, a lo mejor, cuando nosotros moramos, necesitamos todavía de la intercesión y de la oración de los demás hermanos, como lo hacemos en la misa; cuando decimos en el Yo confieso: le pedimos ‘a la Virgen María, a todos los Santos y a vosotros hermanos, que intercedáis por mí’.

Es una frase muy bonita que decimos a veces mecánicamente, pero esto es lo que en el fondo celebramos en el día de difuntos: que la Virgen María, que todos los Santos y que nosotros, como hermanos, intercedemos y pedimos; pensando que uno después de muerto, pues a lo mejor necesita purificar el corazón y necesita todavía, digamos así, abrir plenamente su alma, su vida y su libertad al Amor de Dios, pues porque no llega con toda claridad, no ha realizado el camino libre de todo pecado y la misericordia de Dios le ayudan, pero tiene que terminar de hacer lo que en la tierra no se hizo, digámoslo así, o amar como no llegó todavía a hacerlo, o no sé, tiene un punto de misterio, pero todos pensamos que hay este espacio en el cual se alcanza también después de la muerte, como por gracia de Dios, un tiempo para llegar a esa plenitud, a esa perfección, a esa vida plena y que ahí sirve nuestra intervención y que ahí sirve nuestra intercesión, o sea, que nunca estamos solos.

INDULGENCIA Y ORACION POR LOS DIFUNTOS

Fíjate qué cosa más extraordinaria. Hasta ese punto nunca estamos solos, que rezamos por los difuntos. Uno pensaría: ¿quién más solo que el que muere?. Pues no. Nosotros todavía decimos que existe una relación, una comunicación, una comunión, que ellos perciben y agradecen inmensamente.

Es un gesto de amor muy bonito. La iglesia siempre valora muchísimo este gesto de caridad, de rezar por los difuntos, porque seguramente lo necesitan. Siempre se nos ha dicho, y eso es verdad, seguro, que lo necesitan mucho, que necesitan nuestras oraciones. Que necesitan la intercesión, que necesitan que se celebre la Misa por su salvación, por ellos, por su eterno descanso.

Y nada vale más que el sacrificio de la Santa Misa, es el don más grande, sobre todo si se si se ofrece de verdad, y se agradece mucho, pero también nos indica cómo estamos unidos hasta el final, cómo el Señor no nos deja solos y ni nosotros estamos ya solos. Y la Indulgencia plenaria es una muestra de esto: Es como si el Señor dijese ‘yo podría hacer un gesto extraordinario, hacer una obra, digamos, de gracia especial. Podría hacerlo, pero pídemelo y lo hago.

¿No es increíble? que el Señor quiera que el destino nuestro dependa, en alguna medida claro, también de los otros. Dependemos, para llegar a nuestro destino, de nuestra ayuda mutua. Es como un signo con el que el Señor nos está diciendo: ‘Mira, no hay caridad más grande que el que da la vida por sus amigos. No hay caridad más grande que tú reces por tus amigos. Yo nada voy a apreciar más, que tú pongas de todo corazón tu interés en el bien de tu hermano y yo atiendo a tu hermano porque tú me lo pides. Por la grandeza del gesto de que tú me lo pidas. Y abro la puerta para hacerlo explícitamente. Te invito a hacerlo.’

Por eso, la indulgencia plenaria es como una invitación. Es como si el Señor nos dijese: ‘yo te invito a hacer esto, pídemelo, pídelo tú. Porque yo voy a valorar agradecer muchísimo que tú cuides así de tu hermano. Te doy la manera, te abro la puerta, te digo la forma, hazlo, por favor, ocúpate tú del bien de tu hermano.’ Es muy bonito.

Esa indulgencia, pues significa que el Señor puede eliminar de todas las penas del purgatorio. Puede, como buen médico, sanar más rápidamente. Puede hacerlo aunque nosotros no se lo pidamos, porque de todos los modos Él va a cuidar a la persona que está en el purgatorio, pero si se le pedimos a lo mejor hace algo más. Es como si quisiese que también dependiera de nosotros, y pone en nuestras manos ese don de un perdón completo.

Para hacerlo hay que cumplir las condiciones de la indulgencia plenaria.

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