Jornada mundial de la Vida Consagrada
Queridos hermanos,
El próximo 2 de febrero, día de la Presentación del Señor en el Templo, celebramos de nuevo la Jornada mundial de la Vida Consagrada, situada este año en el marco de la preparación y celebración de la Jornada Mundial de la Juventud en Madrid, es decir, en el horizonte de la fe y de la vida de nuestros jóvenes.
Consagración y juventud están profundamente unidas. En la consagración se salvaguarda y resplandece el tesoro propio de la juventud, descrito por Benedicto XVI con estas palabras: “… no queríamos perdernos en la mediocridad … Queríamos lo que era grande, nuevo … encontrar la vida misma en su inmensidad y belleza … Queríamos salir afuera para entrar en la abundancia de las posibilidades del ser hombre … Este impulso de ir más allá de lo habitual está en cada generación … El hombre está creado para lo que es grande, para lo infinito. Cualquier otra cosa es insuficiente.” (Mensaje para la XXVI Jornada Mundial de la Juventud 2011)
La consagración significa haber conseguido dar respuesta a estas exigencias elementales, haber encontrado la forma en que la vida es más verdadera y es posible renovar el mundo. Es haber dejado atrás las dudas e incertidumbres, y haber vencido el relativismo, que conduce sólo a la inestabilidad y al sometimiento a las modas del momento. Significa haber reconocido cuál es el camino de la verdad y de la vida, y haberse adherido a él con toda el alma, porque es una Persona digna de todo amor, Jesucristo.
Sin Jesús, el que no fue vencido por todo el pecado, la mentira y la violencia del mundo, el que mantuvo el sí de su corazón al Padre y a los hermanos, y dio testimonio de la verdad y del destino del universo contra la oposición de los poderes del mundo; sin el esplendor definitivo de su humanidad, certificado en la gloria de su resurrección, parecerían cosa pasajera y sueños irreales los anhelos de la juventud, no tendríamos camino hacia Dios.
De su luz y su presencia, que renueva la vida, da testimonio toda vida consagrada, para que nuestra sociedad conserve el impulso, la generosidad y la alegría de la juventud, no se avejente falta de horizonte y de esperanza, falta de corazones cuyas convicciones profundas –cuya fe– sean firmes y conduzcan al amor.
El testimonio de la vida consagrada es invitación a la juventud del alma, es anuncio de que ésta puede alcanzar lo que desea, lo que la mantendrá siempre joven: el conocimiento de Dios, la fuente de la vida, que ilumina su dignidad, su camino y su destino.
Cada vida consagrada testimonia que en Jesús “ha encontrado la fuerza para vencer la propia debilidad y superar toda adversidad” (Ib.) y una nueva capacidad de amar, ya en este mundo. Los consagrados son de muchas maneras “artífices de paz, promotores de justicia, animadores de un mundo más humano, un mundo según Dios” (Ib.).
Así la vida consagrada hace manifiesto a todos que Jesucristo es el bien más precioso, que rejuvenece perpetuamente la vida de cada uno y que estamos llamados a compartir con los demás.
Que la Virgen María, que asintió en libertad total y plena a Dios, y que ya desde la Presentación en el Templo supo ofrecer sin reservas a su hijo Jesús a los hombres, sea siempre modelo y amparo de todo corazón consagrado al Señor.
Y todos nosotros también, en nuestra Catedral (a las 20 h.) y en nuestras parroquias, pidamos en esta Jornada con especial insistencia a Dios, Padre todopoderoso, por nuestros hermanos y hermanas consagradas, por su misión en medio del mundo y de la sociedad. Pidamos que Él nos conserve siempre el testimonio de su vida entregada en medio de nuestras comunidades y de nuestra Diócesis.
+ Alfonso Carrasco Rouco, Obispo de Lugo