«Sigamos construyendo juntos. El Espíritu Santo nos necesita» es el lema y la invitación de la Comisión Episcopal para los Laicos, Familia y Vida para el Día de la Acción Católica y Apostolado Seglar que la Iglesia celebra el día de Pentescontés, este año el 5 de junio.
Un día, como recuerdan los obispos de esta Comisión en su mensaje, para destacar «el papel fundamental que tiene el laicado en la corresponsabilidad eclesial y en la misión evangelizadora, junto con los pastores y la Vida Consagrada».
¿Cuál es el mensaje de los obispos?
El mensaje de los obispos de la Comisión Episcopal para los Laicos, Familia y Vida gira en torno al Sínodo de los obispos. Ya el lema, explican, «invita a seguir construyendo juntos el gran reto y desafío pastoral de la sinodalidad, que nos propone el papa Francisco con este proceso sinodal que está llevando a cabo la Iglesia universal y nuestras iglesias particulares, congregaciones, asociaciones y movimientos laicales». Un proceso que para la Iglesia que peregrina en España está siendo “un tiempo de gracia” y una oportunidad “para crecer en comunión, participación y misión”.
La sinodalidad, recuerdan, expresa la naturaleza de la Iglesia y es su ADN, por eso, aunque hemos llegado al final de esta primera etapa sinodal, invitan a dar continuidad a este proceso para que «sigamos construyendo juntos. Sigamos creyendo que los sueños se construyen juntos, desde la fraternidad, la comunión eclesial». Y puntualizan, «la sinodalidad consiste en ir creando un “nosotros” eclesial compartido, es decir, que todos sintamos como propia la biografía de la Iglesia».
Recuperar el sacramento del bautismo y la escucha como método del proceso sinodal
Los obispos continúan su mensaje invitando a recuperar el sacramento del bautismo «como fundamento teológico de esta eclesiología de comunión». En el bautismo, explican, «se encuentra la base para una nueva concepción del laico en la Iglesia, como miembro de pleno derecho. Desde aquí se entiende que la vocación laical no es una vocación residual, por defecto, ni hay que considerar al laico como un cristiano de segunda, ni un actor de reparto, sino protagonista de la misión evangelizadora de la Iglesia, junto a los pastores y la vida consagrada».
Por eso, advierten que «una Iglesia sinodal es aquella en la que la Iglesia reconozca a los laicos y los laicos se reconozcan Iglesia, evitando caer en el clericalismo, que es uno de los problemas más serios que existe en nuestra Iglesia actual». Y proponen «promover espacios en los que todos nos sintamos protagonistas de la vida de la Iglesia y de su vocación misionera». Para lo que es fundamental que «se favorezca el diálogo profundo y la escucha mutua, acogiendo también con respeto y cariño aquellas palabras de las personas que no piensan como nosotros».
Así, la escucha sería el método del proceso sinodal y «una de las claves para poder compartir ideas y proyectos, sueños sobre una Iglesia que vamos construyendo entre todos y que deseamos que sea Iglesia de puertas abiertas, que la habita el Señor y donde se cuidan con esmero las relaciones fraternas».
Nadie se salva solo, nadie se salva sin Dios
Además de la importancia del Sínodo dentro de la Iglesia, los obispos destacan su papel en el diálogo con la sociedad contemporánea, especialmente con los más pobres y sufrientes. «En estos tiempos, marcados aún por la pandemia y por el drama de la guerra, por la inestabilidad económica, recibimos una llamada urgente a descubrir que nadie se salva solo, porque estamos todos en la misma barca en medio de las tempestades de la historia, pero sobre todo que nadie se salva sin Dios», afirman.
El Espíritu Santo nos necesita
En la última parte del mensaje, se centran en el papel fundamental del Espíritu Santo en este proceso, pues «es muy importante que no olvidemos que el proceso sinodal es ante todo un proceso espiritual y está orientado al discernimiento. Se trata de preguntarnos cada uno y juntos, en comunidad o en grupos, hacia dónde nos quiere llevar el Espíritu Santo en estos momentos actuales de la historia«.
«Estamos -continúan- ante una posibilidad de cambio profundo, en autenticidad y coherencia, ante un decisivo impulso evangelizador. Se trata ciertamente de una respuesta imprevista que es el Espíritu quien guía y es una aventura para vivir en comunidad. La tarea es enorme, sus contornos no están totalmente definidos; no conocemos por dónde y cómo discurrirá este camino. No sabemos qué nos aguarda. Solo que debemos ponernos en camino porque el Espíritu Santo nos necesita, nos llama a escuchar, discernir y seguir construyendo juntos un Pueblo de Dios en salida, que anuncie el Evangelio con alegría y sea fuente de esperanza en el momento actual»