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Solemnidad de la Anunciación del Señor


Hoy la Iglesia celebra gozosa la Solemnidad de la Anunciación del Señor, la cual se celebra nueve meses antes de la Solemnidad de la Natividad del Señor. En este día recordamos el anuncio del Arcángel Gabriel a la Virgen María de que iba a ser Madre de Dios; unido a este anuncio, hoy resuenan en nuestros corazones, como una invitación, las palabras del ángel: ¡Alégrate!

La Tradición de la Iglesia tiene siempre presente el momento de la Anunciación con el rezo del Ángelus, su nombre está tomado de las primeras palabras de esta oración en latín: Angelus Domini nuntiavit Mariae. Es tradición rezar el Ángelus al amanecer (06:00), al mediodía (12:00) y al atardecer (18:00), aunque lo más común es rezarlo al mediodía, se reza durante todo el año, excepto durante el tiempo de Pascua, en el cual se reza la antífona Regina Coeli, en la cual se resalta la alegría por la Resurrección del Señor.

Este año se cumple el 1700 aniversario del Concilio de Nicea (325), en este primer concilio ecuménico se redactó del Símbolo de la fe, conocido hoy en día como el Credo Niceno constantinopolitano, en el cual, unidos como Iglesia en una misma fe, profesamos que, Jesucristo, ‘por nosotros los hombres y por nuestra salvación, bajo del cielo, y por obra del Espíritu Santo, se encarnó de María la Virgen y se hizo hombre’.

El Catecismo de la Iglesia Católica nos explica el por qué el Verbo se hizo carne: para salvarnos, reconciliándonos con Dios (n. 457); para que nosotros conociésemos así el amor de Dios (n. 458); para ser nuestro modelo de santidad (n. 459); para hacernos partícipes de la naturaleza divina, sobre este último punto han escrito grandes santos (n. 460):

  • "Porque tal es la razón por la que el Verbo se hizo hombre, y el Hijo de Dios, Hijo del hombre: para que el hombre al entrar en comunión con el Verbo y al recibir así la filiación divina, se convirtiera en hijo de Dios" (San Ireneo de Lyon, Adversus haereses, 3, 19, 1).
  • "Porque el Hijo de Dios se hizo hombre para hacernos Dios" (San Atanasio de Alejandría, De Incarnatione, 54, 3: PG 25, 192B). 
  • "El Hijo Unigénito de Dios, queriendo hacernos partícipes de su divinidad, asumió nuestra naturaleza, para que, habiéndose hecho hombre, hiciera dioses a los hombres" (Santo Tomás de Aquino, Oficio de la festividad del Corpus, Of. de Maitines, primer Nocturno, Lectura I).

Por el misterio de la Encarnación, decimos que Jesucristo es verdadero Dios y verdadero hombre:

“El acontecimiento único y totalmente singular de la Encarnación del Hijo de Dios no significa que Jesucristo sea en parte Dios y en parte hombre, ni que sea el resultado de una mezcla confusa entre lo divino y lo humano. Él se hizo verdaderamente hombre sin dejar de ser verdaderamente Dios. Jesucristo es verdadero Dios y verdadero hombre. La Iglesia debió defender y aclarar esta verdad de fe durante los primeros siglos frente a unas herejías que la falseaban (Catecismo de la Iglesia Católica n. 464)

Estamos ante un dogma muy relacionado con la cristología: Cristo tiene dos naturalezas, la divina y la humana; la divina, la generación procede de Dios; la humana, es el lugar donde entra la maternidad de María. María es madre del Verbo en sí mismo, es una persona, Dios y hombre, de la cual María es madre.

No es madre de la divinidad, o de la naturaleza divina, es madre de la persona divina que llamamos Cristo, no según su generación eterna, sino su generación en el tiempo. Si se considera débilmente la divinidad de Cristo, se debilita también el dogma de la maternidad divina.

El Evangelio de Lucas nos presenta el episodio de la Anunciación (Lc 1, 26-38), dónde se establece el diálogo entre la Virgen María y el Arcángel Gabriel, el cual saluda a María como la ‘llena de gracia’; el término original es κεχαριτωμένη: el cual es ya una reflexión de fe. La Vulgata traduce por el latín gratia plena.

El termino griego viene del verbo χαριτóω, (colmar de gracia divina || PAS. Estar lleno de gracia), son verbos estrictamente teológicos, referidos a la gracia. Tiene un sentido casual, implica abundancia. Alguien hecho en abundancia de gracia. Participio de pretérito: María ha sido hecha abundantemente objeto de la gracia de Dios. Se utiliza este verbo en la reflexión sobre la Inmaculada Concepción. No es un nuevo nombre de María, similar a los cambios de nombre en el Antiguo Testamento. Es una característica nominal que le corresponde a María por su misión. Abundancia de gracia significa la plenitud de la gracia, la exclusión de todo pecado, alcanza a todo su ser desde el primer instante.