El obispo de Lugo y presidente de la Comisión Episcopal para la educación y Cultura, Mons. Alfonso Carrasco, participó en la jornada de clausura de este Congreso en el que participan más de 2000 educadores católicos bajo el lema: «ser, estar, educar…con nombre propio»
Durante tres días reflexionaron sobre la importancia de poner a la persona en el centro de la educación y abordarán los desafíos actuales en la educación católica, centrándose en la identidad de cada persona, el acompañamiento y el bienestar dentro de la comunidad educativa. La atención personalizada a cada alumno y la dignidad humana serán también temas centrales.
Por eso el lema elegido fue «Ser, estar, educar… con nombre propio», ya que destaca la importancia de tres verbos que son clave en el proceso educativo. “Ser” enfatiza en la identidad y los valores fundamentales, “estar” implica presencia activa y compromiso, y “educar” hace alusión a la misión de la escuela. Una misión que se centra en la individualidad y la atención personalizada, destacando la importancia de reconocer a cada persona “con nombre propio” y de manera única en la comunidad educativa.
Mons. Alfonso Carrasco presidió la eucaristía del último día, y en su homilía comenzó recordando a las víctimas de la DANA: "Estas certezas tienen que resonar en nuestro corazón mientras levantamos hoy la mirada a la Virgen María, a la Madre de los Desamparados, a quien reconocen, en quien confían y esperan tantos hermanos valencianos, a quien pedimos también nosotros hoy intercesión, ayuda, consuelo para sus hijos enfrentados con el sufrimiento y la muerte". Y tuvo también palabras para los cientos de jóvenes que se solidarizaron con ellos:“En un encuentro de “Escuelas católicas”, nos impacta especialmente el testimonio de tantos jóvenes, e incluso adolescentes, que se han entregado de manera admirable a socorrer a los que sufrían las consecuencias de las inundaciones, a pesar de dificultades, costes o fatigas. Muchas veces iban juntos, como amigos, provenientes de ámbitos educativos de Iglesia, de parroquias, colegios, movimientos, etc”
Los católicos “estamos en la vida con esperanza– continuó- miramos sobre todo a niños y jóvenes con esperanza. Y queremos transmitir esta fe, este conocimiento del Amor de Dios, manifestado en Cristo, que ilumina el mundo, que se expresa en frutos de humanidad, en la compañía y el testimonio de tantas personas hermanas” y eso nos lleva a trasmitirlo en todos los aspectos: “Queremos educar, no podemos no hacerlo. Por amor, a nuestros niños y jóvenes, por amor a nuestra gente, por fidelidad y responsabilidad para con nuestros mayores, por el futuro, el bien y la paz de nuestro mundo.
Queremos educar, como una comunidad verdadera, en el aliento de la fe, en la gran comunión que viene siempre del Señor Jesús y nos une en un Pueblo que comparte lo esencial, la dignidad, el destino, la entrega de la vida. (…) Queremos estar y educar, conscientes del valor inapreciable de cada uno, con nombres y apellidos. Y nos llena de alegría ser, haber sido llamados a esta misión”.
María José Campo