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XXXIX Jornadas Abiertas de Teología


Del 17 al 19 de febrero se celebran las XXXIX Jornadas Abiertas de Teología que este año tienen por título: “Iesus Hominum Salvator”. 1700º aniversario del Concilio de Nicea (325). Serán a las 20 h en el Salón Regio del Círculo de las Artes de Lugo.

Programa:

 Lunes, 17 de febrero

“El Concilio de Nicea (325): contexto y desarrollo”, a cargo de Mons. D. José Rico Pavés Obispo de Asidonia-Jerez y presidente de la Comisión Episcopal para la Evangelización, Catequesis y Catecumenado de la CEE

Martes, 18 de febrero

“Dilexit nos”: un Dios con corazón humano, impartida por la Hna. Soledad M.ª Fornieles Rodríguez Congregación de las Hijas de Santa María del Corazón de Jesús

Miércoles, 19 de febrero

“El Concilio de Nicea (325): significado y actualidad teológica”, por Raúl Orozco Ruano, Sacerdote de la Archidiócesis de Madrid. Secretario General de la UESD.

Escucha la conversación con Mons. Alfonso Carrasco, sobre la trascendencia de este Concilio para la Iglesia y la importancia de celebrar hoy los 1700 años de su celebración.

El Concilio de Nicea:

El Concilio de Nicea ha sido el primer Concilio Ecuménico de la historia de la Iglesia, celebrado en el año 325, y del que se cumple ahora el 1700º aniversario. Contó con la participación de los obispos, sobre todo metropolitanos, que representaban a las sedes apostólicas y a las grandes regiones de Oriente, Asia menor, Siria, Palestina y Egipto, además de Roma. Tradicionalmente se habla de 318 padres.

El concilio de Nicea se convocó como consecuencia de la controversia que se había originado en Alejandría como resultado de la predicación del presbítero Arrio respecto de la Trinidad y de Cristo. El centro de su pensamiento es la afirmación de que solamente el Padre es eterno e “ingénito”. Solamente el Padre es Verdadero Dios. El Hijo es creado, tiene principio, es una criatura, perfecta, pero subordinada al Padre. El Hijo (el Verbo) es inferior al Padre en naturaleza, en rango, en autoridad, en gloria. No es más que “un dios menor”, porque la naturaleza divina no se comparte. Estas enseñanzas provocaron mucha confusión en la Iglesia antigua, y un gran conflicto entre los obispos partidarios y detractores de Arrio. En efecto, no se trataba de una cuestión meramente especulativa: si el Hijo no es verdadero Dios como el Padre, no nos ha salvado.

Nicea, convocado por el emperador Constantino el Grande, tuvo la tarea de afirmar solemnemente la verdadera divinidad del Hijo, que -dirá el concilio- no es creado sino engendrado eternamente del Padre, a diferencia de todas las demás cosas de la creación. Para ello, además de otras muchas afirmaciones, introducirá un término nuevo, no bíblico, para expresar la verdadera fe en Jesucristo: consubstancial (homoousios, de la misma sustancia) al Padre. Y la correcta afirmación de la fe, no sin dificultades en su recepción, contribuiría así también a la unidad de la Iglesia.